
Esta historia que les voy a contar, sucedió en verdad, el consuelo que hay tras ella pende únicamente de que quien la cuenta está loco, pero, dicen que precisamente esta persona se volvió loca gracias a esta anécdota.
Era un adolescente y a él le sucedía mucho que miraba cosas a través del rabillo del ojo, lo que nos sucede a todos, pero a él le pasaba el doble y eventualmente el triple, el cuádruple y el quíntuple. Según él cuenta, evitaba decírselo a sus padres porque no era la gran cosa, a pesar que no tenía tan buena comunicación con ellos, era simplemente una curiosidad, dice haberlo hablado con amigos pero ninguno de ellos reportó haber vivido la misma experiencia con tanta frecuencia. Lejos de mejorar, la situación empeoró y empeoró y empeoró hasta que un día pasó lo horrible y lo inevitable, cuando giró la cabeza para ver la figura con el rabillo del ojo, esa cosa, que siempre desaparece, en este momento no había desaparecido, se había quedado ahí, sin importarle que lo vieran.
Era alto, muy alto y delgado, pero delgado hasta un extremo que era imposible, era peor que raquítico, los huesos de las costillas se le marcaban tanto que era imposible, su piel era aceitosa, muy repulsiva a la vista.
Estaba completamente desnudo, no tenía genitales, sus piernas no eran más que palos, si es que a eso se le puede llamar pierna, los hombros se le marcaban de tal manera que asqueroso, tenía un cuello muy delgado y largo y sostenía una gran cabeza. Era horrible de ver porque el chico recuerda haber pensado en aquel momento que era imposible que una cabeza tan grande pudiera ser sostenida por un cuello tan frágil. La cara no tenía arrugas, la cara no tenía marcas, la cara de hecho no tenía boca, no tenía ningún rasgo facial, salvo dos agujeros cavernarios muy grandes y muy oscuros que están donde se supone van los ojos de una persona y lo veía fijamente.
Esa primera ocasión, dice él que, hubiera la más horrible de su vida de no haber sido por lo que paso después, pero por ahora, él dice que tiró la silla donde estaba y fue gritando, chillando y llorando al cuarto de sus padres. Él recuerda haber visto como su papá abrió la puerta y como él se tiró dentro del cuarto chocando contra la cama y como el papá simple y llanamente cerró la puerta detrás de él tapando la visión de aquel monstruo horrible que lo había seguido hasta el pasillo, incluso recuerda que la puerta se cerró y ya no lo vio más.
“¡¿No lo vieron?! ¡¿No lo vieron?!” Pregunta él, el padre abre la puerta y la figura sigue ahí, pero, ellos no ven nada, ni papá, ni mamá ven al monstruo.
Fue una noche bastante difícil, pero finalmente pasó. No había visto más al monstruo durante el día, pero ese breve alivio que quizá pudo haberse explicado con la primera escusa que él hubiera abrazado en la salvedad del alivio a sus nervios no valió de nada cuando aquella noche la volvió a ver. Esta vez estaba en el cuarto, parado frente a la puerta, la criatura no hacía nada simplemente se limitaba a observarlo a mirarlo con la cuenca de esos ojos oscuros que parecían vacíos. Nuevamente el susto, el terror, los gritos. Se podrán imaginar, si nadie más podía verlo ¿qué pensaban los padres? Y el chillaba, lloraba y gritaba y a pesar de que por momentos la criatura se iba, no tardaba en volver, de hecho, cada vez se quedaba con él un poquito más.
En los documentos que cuentan el historial de este paciente denota que él lo llamó “Rostro Pálido”.
Los amigos no tardaron en abandonarlo y eso que él creía que eran buenos amigos, pero lo horrible no era el hecho de que él nunca estuvo rodeado de buenos amigos, era simplemente que, lo abandonaron con tanta facilidad, como a cualquier otra persona abandonarían, si simple y llanamente ve algo que no puede explicar o ve algo que no pueden ver los demás, la novia lo abandonó y él cada día se iba poniendo más enfermo y más enfermo hasta que su salud mental empezó a deteriorarse.
Reporta que el monstruo incluso lo seguía de día, ya no solo de noche y nuevamente solo se estaba de pié, cerca de él, mirándolo y mirándole incesantemente.
No fue más a estudiar, dejó de hacer las actividades que tanto hacía y pronto se convirtió en un incordio terrible para los padres porque el chico no quería abandonarlos nunca, se sentía mejor si estaba en la compañía de otro ser humano, alguien que simplemente estuviera con él, para que no quedara a solas con Rostro Pálido. Pero nuevamente así como los amigos lo abandonaron, los padres también lo hicieron recluyéndolo en una institución mental.
Pasaron los meses y su odio creció tanto, pero tanto, pero tanto, después de no solamente arrojarle cosas a Rostro Pálido, cosas que simplemente pasaban de largo, como si fuera un espejismo, no solamente de gritarle e insultarlo, no solamente de reunir valor e ir a atacarlo él mismo, no solamente de rogarle llorando que por favor lo dejara en paz… todo en vano.

Entonces lo supo, cada uno de nosotros tiene a su propio Rostro Pálido, solo que no los podemos ver.
Y hay otra cosa más, así como cada quien tiene su ángel de la guarda, resulta que los Rostros Pálidos son los escoltas de las personas que ya están condenadas, no tienen ángeles de la guarda, tienen a rostros pálidos.
Muchos dicen que nunca vieron figuritas extrañas, ni cosas raras pasar por el rabillo del ojo. Quizá ellos sean los que están salvos… ¿Tú has visto pasar algo por el rabillo del ojo?
Rodrigo Antonio Agundis.
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