Objetivo: dar a conocer artículos desde un enfoque artístico y científico; tratando siempre de llevar de la mano ambos y/o explicando la postura de cada uno cuando no las posturas no concuerden.
Por Aida Nohemi López Castro:
Leonardo
Me contaba cosas extrañas, invenciones raras que nunca logré entender; amaba la libertad de las aves y habló de copiar en los hombres su estilo de andar; amaba plasmar la realidad en lienzos, y lo hacía tan bien que yo juraba que no eran pinturas, aquello era de expertos, como la gioconda. Tanto talento era pacto con el diablo o con el señor de los cielos, porque seguramente de tanto apuro del que sacó a los Borgia, debió ganarse la gloria.
Él viajaba, yo no sé a dónde, y se perdía un rato para regresar con mil ideas distintas: que si podíamos desplazarnos a velocidades infinitas o más de lo que nuestros pies pueden movernos; que si las distancias podrían acortarse por tierra y aire de maneras nunca antes exploradas; que si había generado ahora formas innovadoras para acabar ágil y velozmente con el enemigo.
Sí, esas eran sus locuras... Locuras de las que hoy estaría encantado al verlas ser llevadas a cabo tan cotidianamente, tanto que resultaría irónico: bicicletas, automóviles y aviones por doquier como nuestro principal transporte; tenedores, cuchillos y herramientas indispensables para la cocina; entre otros miles de bocetos y anotaciones que resultaron pioneras de la tecnología actual. Locuras que jamás comprendí o creí posibles hasta que el propio y testarudo Leonardo las dejó plasmadas, concretadas.
Un anatomista pero también pintor, escultor y arquitecto.
Un ingeniero pero también filósofo y escritor de poesía y música.
Un científico. Un artista.
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