Por Aída Nohemí López Castro.
Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Cervantes, de los más representativos, pero no los únicos, del Siglo de Oro Español. Un siglo filosófico, musical y arquitectónico y, no sólo literario, del despertar de las consciencias europeas. Algo parecido lo que presenciamos -y finalizamos de alguna forma- con la muerte de un amo de las letras: Gabriel García Márquez.
Adiós a un Siglo de Diamantes Latinos, marcado por un Márquez mágico, un Paz y un Cortázar al manifiesto, rebeldes; un Sabines enamorado y su antagonista Gelman, el mejor erotismo de Neruda y Pacheco, un Fuentes irreverente, un Borges surrealista, un Benedetti crítico, un Carballo preguntón y un Pérez Gay militante de lo humano.
Sí, se nos fueron, se nos están yendo, y pareciera que se nos escapa la literatura, que la llama arde, ni doble ni triple, arde por un un centenario literario de grandes concluyendo, llevándose consigo las mejores armas y el despertar del hombre; ahogando, bajo la misma tinta, la libertad de expresión... Ojalá ellos gozaran de inmortalidad o tuvieran la capacidad de reencarnar con el mismo conocimiento, suscitando consciencias.
Pero ellos no mueren a los ochenta y tantos, ellos murieron aquí, entre nosotros, entre revolución y re-evolución, mientras se revelaban y rebelaban a la humanidad; al presenciar nuestra existencia dañina, prefiriendo largarse antes del cien.
Y, ¿dónde estamos nosotros, sucesores de la magia impresa; dónde se esconden las ideas de nuevos mundos, la realidad bajo plumas encantadas o, de perdido, teclas gastadas? Porque yo no nos veo escribiendo, reproducimos muchas veces sin conocimiento, de manera superflua y ególatra; por eso, mis queridos no llegamos a Diamantes Latinos.
Elenita, no te nos vayas todavía que, aunque seas francesa, te reclamamos como nuestra en tierra latina.
Y a usted, señor Márquez -nunca Gabo para mí-, le dejo escrito que siempre creí que llegaría a cien (suponiendo autobiográfica las memorias de sus putas tristes), siempre le admiré más su profesión callejera que novelística y hoy, después de sus 87 años plasmados a puño y letra en, y para el mundo, le agradezco; y en vida -tanto suya como mía-, siempre le agradecí y estaré eternamente agradecida... Adiós, diamante latino, nos conoceremos en otro buen siglo.
Que lindo Aída! en verdad lo disfruté (:
ResponderEliminarQue lindo! de verdad me gustó (:
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