Narrativa

Entre el desistir y la indecisión

- Lilia Ávalos -


Se sentó donde siempre y pensó que tarde o temprano él tendría que pasar por ahí, sólo era cuestión de que esperara el tiempo suficiente. Al principio le pareció sencillo, después de todo, ya muchas veces lo había esperado en el mismo lugar y él siempre terminaba por aparecer.

Cuando comenzó a oscurecer, pensó en la posibilidad de que él ya hubiera pasado por ahí sin verlo por estar distraída, aunque en seguida supo que de haber sido así, él no hubiera podido evitar mirar el lugar donde tantas veces había llegado a encontrarla y sabría de inmediato que lo estaba esperando, que estaba ahí por él y para él. De cualquier forma, decidió que no sobraba poner más atención.

Comenzó a fijarse en todas las caras y los cuerpos de quienes pasaban por ahí, en los atuendos, las miradas y las formas de caminar, pero el tiempo se gastaba y todas las caras eran la cara de él, y todos los cuerpos tenían sus hombros, y todas las miradas su suavidad y todo caminante su contoneo; hasta que en la proximidad, sus características siempre se desvanecían.
























Cara Pálida.

¿A ustedes nunca les ha pasado que vieron o creyeron haber visto algo con el rabillo del ojo?, Una figura, algo negro… algo oscuro. Y que cuando voltean rápidamente, ya no está.


Esta historia que les voy a contar, sucedió en verdad, el consuelo que hay tras ella pende únicamente de que quien la cuenta está loco, pero, dicen que precisamente esta persona se volvió loca gracias a esta anécdota.

Era un adolescente y a él le sucedía mucho que miraba cosas a través del rabillo del ojo, lo que nos sucede a todos, pero a él le pasaba el doble y eventualmente el triple, el cuádruple y el quíntuple. Según él cuenta, evitaba decírselo a sus padres porque no era la gran cosa, a pesar que no tenía tan buena comunicación con ellos, era simplemente una curiosidad, dice haberlo hablado con amigos pero ninguno de ellos reportó haber vivido la misma experiencia con tanta frecuencia. Lejos de mejorar, la situación empeoró y empeoró y empeoró hasta que un día pasó lo horrible y lo inevitable, cuando giró la cabeza para ver la figura con el rabillo del ojo, esa cosa, que siempre desaparece, en este momento no había desaparecido, se había quedado ahí, sin importarle que lo vieran.

Era alto, muy alto y delgado, pero delgado hasta un extremo que era imposible, era peor que raquítico, los huesos de las costillas se le marcaban tanto que era imposible, su piel era aceitosa, muy repulsiva a la vista.

ROSITA EPITAFIO

Juan José Rodríguez García



Y entonces, al abordar el avión de regreso al desierto, me percaté que nunca en otro tiempo de mi vida podría retenerte con mi rudeza labial. Lloro, no puedo negar que dejé mi carne en tus fosas, encantado y maldito, y por maldito no puedo remplazarte con el furor de la hierba. Siempre estoy extrañando el alma de tus senos pequeños, suaves y desnudos. Te siento amputada de mis manos maltrechas.

¡Me la quitó el diablo! ¡Me…., me engañaste con el diablo!

Cuando me encontré con tu traición, en medio del cuartucho del hotel barato, lo supe… Te habías marchado de mis brazos para siempre. ¡Y yo, el sudor, la mordida, el beso desnudo, y el calor de mi cuerpo, tu cuerpo desnudo, salvaje, contrito, renegado y caluroso!

Se fue…, se me fue todo.

El Vacío

Por Rodrigo Agundis:

Los rumores dicen que durante cada noche de los muertos vivientes, entre las dos y las cinco de la madrugada, se abre un vacío en el tiempo y el espacio.

Tienes que permanecer en un cuarto completamente oscuro donde haya un espejo y con tu mirada bien fija hacia donde tú sepas que está ese espejo, si lo hiciste bien, notarás un frío muy pavoroso recorriéndote todo el cuerpo, a la vez que de manera muy lenta se materializa la imagen de un niño sin piel y con la órbita de los ojos completamente vacía, este niño te va a hacer cinco preguntas muy específicas sobre tu vida, y debes contestarlas correctamente, pues de lo contrario, por cada pregunta que contestes mal, uno de tus cinco sentidos se va a evaporar y se va a perder para siempre.

Rellena mis espacios vacíos

Tal vez Galileo me entienda, es que yo era un péndulo que iba y venía entre mi Mesías y mi Revolucionario, ansioso de ir a cada uno de los lados para regresar al otro sin intención de traicionar a ninguno. Tómalo como quieras, porque la existencia de estos dos entes, de mi sístole y diástole, son tan ciertos como Don Quijote, el Che Guevara, como tú y como yo. ¿Cómo saber?, porque tenemos la palabra escrita, pero lo que no sé es si yo la escribo o si tú imaginas que yo la escribo para que tú la leas. Einstein se burlaba también de esto cuando convirtió en teoría eso de la relatividad. 


La verdad es que no quería dejar a ninguno de los dos, ¿cómo hago para que me entiendas?, es como si comenzaras a hacerme el amor mientras escribo esto, ¿cómo decidirse por uno, o peor, cómo despreciar a uno, si las dos son necesidades tan sentidas y urgentes, inaplazables? ¿Ya vas comprendiendo lo angustioso de mi situación? Imagínalo, una escena única e irrepetible, una burbuja, una frase entre paréntesis, este aislamiento del mundo que se convierte en un mundo mismo, esta línea que dejó de ser línea para convertirse en punto.

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