
La duda de la existencia, de ti, de mí, de la vida, de las calles que pisamos, de las personas a quienes seguimos, de los ojos de quienes miramos. No podemos esperar más que la muerte, la muerte del cuerpo, ¿estamos en esta vida dudando de la existencia o realmente viviendo mientras existimos?
Cada cuerpo tiene un alma, un alma que tiene fe, ¿debemos resignarnos al futuro de nuestra alma, de nuestra mente? Matar el cuerpo en vida podría funcionar para poder hacer vivir a nuestra mente, tenemos fe en aquello que hay más allá, ¿Qué caso tendría entonces vivir, si de todas formas no será un sufrimiento recompensado? ¿Acaso el descanso del cuerpo es necesario mas no el del alma?
Seguir nuestros principios de fe existencial, sabernos vivos aquí y en el más allá. Miguel Unamuno en su filosofía nos habla de un Dios quien nos dará esa vida después, que juega con nosotros aquí y que nos da la muerte, no podemos implorar no podemos pedir un minuto más, nuestros actos nos condenan y nuestro Dios nos absorbe del camino terrestre. Todo será su voluntad, su decisión y su aprobación.
Cotidianamente nos vemos envueltos en una rutina somos esos títeres de los deberes, somos ese juego que parece ser de nadie y va en contra de nuestra voluntad y nos dejamos llevar por aquello de lo que dudamos que nos gobierna, que gobierna nuestra alma, nuestra vida entera. Condenamos a la esclavitud, saber que nuestra fe esta puesta en algo que no podemos controlar, la controversia de nuestro día a día y nuestros sueños, de buscar conseguir lo que queremos, para que finalmente nada esté en nuestras manos. Unamuno nos hace cuestionarnos, pero también martirizarnos al saber que alguien más decidirá hasta nuestra muerte.
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